jueves, 26 de abril de 2012

Viaje Alucinante al Fondo de la Mente (1980)


Director: Ken Russell
Título Original: Altered States

Viaje Alucinante al Fondo de la Mente huele a marihuana y pachuli y suena a Hammond pese a ser de 1980. Me refiero tanto a la película como al grandilocuente título que le han dado en España.

William Hurt es Edward, un científico que experimenta con estados alterados de conciencia.  Él mismo es su cobaya. Se introduce en un tanque de agua durante horas, privado de estímulos,  y a flotar. Si además antes te metes una droga mejicana milenaria, pues flotas, sí, pero 10.000m por encima de la piscina.

Russell vuelve a atribuir a las drogas poderes que van más allá del simple colocón.  A mí, que no soy precisamente espiritual, sino carnal, terrenal, como lo queráis llamar, me aburre el tema de la droga como puerta hacia algo supuestamente revelador. Pero bueno, he de admitir que jugoso, es: eres libre para hacer una ensalada de desvaríos y alucinaciones que aún está más rica si la aliñas con algo apocalíptico.

Al cabo de unos minutos de empezar a verla me di cuenta de que ya la había visto hacía no más de 4 años. Sólo la recordaba muy vagamente: debe ser que la primera vez que la vi cai en el estado de conciencia alterado conocido como fase REM.

En cuanto al argumento, hay varios puntos en los que la sucesión de acontecimientos parece sujeta con pegamento de preescolar. Sabes que está pasando algo, pero no sabes qué.  Sabes que va a pasar algo, pero tampoco sabes qué. Y cuando pasa, te quedas rascándote la cabeza. Hay algo que parece simbólico pero no sabes muy bien qué simboliza. O lo sabes, pero si lo dices en voz alta como que te da un poco de vergüenza. Te vienen a la cabeza el CERN y 2001: Odisea del Espacio. También te preguntas cómo carajo el simio ese tiene ademanes más propios de Nadia Comaneci. 

Aparte de todo eso, los personajes, sobre todo Edward, tienen una oratoria excesivamente pomposa: hay un momento durante una conversación entre Hurt y su compañero de experimentos, en el que este último le pide explicaciones por algo que le acaba de contar su mujer, y la respuesta de Hurt le produce a uno ganas de atarlo al palo mayor de un barco, meterle un tripi en la boca y mandarlo a la deriva. O algo así.

En cuanto al final, ocurre lo de siempre: te has enrevesado tanto que eres incapaz de dar una salida elegante a la película.  Aunque cogiendo carrerilla, dando un salto de fe y obviando las incoherencias, resulta una película de terror-ciencia ficción entretenida, con buenas actuaciones e idas de olla atractivas a la vista.

Bueno, amigos lectores, por hoy me despido de vosotros dejándoos a William Hurt flipando como dios manda:


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