jueves, 13 de diciembre de 2012

Películas de terror navideñas


El otro día estaba teniendo una videollamada por skype y por detrás de mí apareció la Criatura 2 (no, no es el título de una película), se echó un eructo más propio de alguien que hace miles de años anduviese cazando mamuts por la estepa siberiana, e inmediatamente la imagen de la pantalla se quedó paralizada, con mi interlocutor congelado en una borrosa mueca al estilo del Ecce Homo de Borja. Se perdió la conexión, tanto que tuvo que reiniciar su ordenador. Yo, por mi parte creo que ya tengo el germen de mi improbable película de terror: psicofonías aerofágicas capaces de tumbar un ordenador a 8000 km.  Como véis, las ideas aparecen en las situaciones más insospechadas. Pero bueno, hasta que se haga realidad sigo con mi labor de investigación, que consiste en gran parte en zapatearme frente a la tele. Y como ya es diciembre en el blog, qué mejor que poner en cola unas cuantas películas 'estacionales' para poder hablar, como siempre, sin fundamento real alguno pero con amor y buena voluntad, de las películas de terror, en este caso, navideñas. Melchor, Gaspar y Baltasar aún tienen que esperar para protagonizar alguna película de las nuestras que yo sepa, aunque darían un jugo que no veas por lo que tenemos que recurrir a la querida figura de Papa Noel.

La verdad es que la Navidad se merece que se hagan películas de terror sobre ella. Lo está pidiendo a gritos. Papá Noel, en pijama, gordo, con un saco, entra por las chimeneas. Ya me diréis qué inspira eso sino flojera de los esfínteres. Y luego están las resucitaciones y los loops de villancicos estridentes. En la mayoría de las pelis de terror navideñas la amenaza es un enfermo mental; cualquier otra cosa, como el muñeco de nieve asesino de Jack Frost (1997: no la de Michael Keaton) ya es rizar el rizo, algo que tampoco es que nos parezca mal, en principio.  Black Christmas (1974) es el paradigma de la típica película del psicópata navideño: asfixiante, aterradora, terrible y muy tensa. Como son todas las navidades, al fin y al cabo.  Esta peli es de esas que a los espectadores con poco trote en el terror les dejan muy mal cuerpo, y a los connoisseurs nos da como un resquicio de asma. Los que hemos visto Black Christmas nos creemos un poco especiales porque no es tan conocida como Halloween, pero no nos juzguéis; ayuda a llevar el día a día.

El Papá Noel de la cutrilla pero ridícula en plan bien Christmas Evil (1980) es el pionero de los Santa Claus de frenopático. Todo lo que toca lo convierte en mierda, por eso es fácil identificarse con él. En Noche de Paz, Noche de Muerte (1984), Papá Noel se emprende en una cruzada demente asesinando a todo el que se encuentra, en una hecatombe navideña de pezones y asesinatos. La peli es cutre: en una de las cuchilladas en el cuello se ve claramente como más que cortar, lo que están haciendo es arrastrar el cuchillo no por el filo, sino por el costado, a modo de brocha. Además, la actuación en general es mediocre y teatrera —salvo Lilyan Chauvin en su papel de monja de cagarse por los pantalones— y  parece que toda la película es una excusa para ver los antedichos pezones y algo de cacha, pero tiene algo de entrañable. Claro, la Navidad. Es jugar con ventaja: hasta la peli más fétida de Navidad tiene algo de entrañable. La contrapartida es que es prácticamente imposible hacer una película de terror navideño que pueda tomarse en serio. Aunque según por donde lo mires, es una ventaja. Te relajas y eres más creativo.

En el pack de 6 películas para no dormir está Cuento de Navidad (2005), de Paco Plaza, en la que Papá Noel, o más bien Mamá Noel, interpretado por una correcta pero totalmente fuera de lugar Maru Valdivieso, se cruza en la vida de un grupo de niños. Sacar semejanzas con Cuenta Conmigo (1986) es inevitable y obviamente ya sabemos quién lleva las de perder. La preciosa Ivana Baquero brilla con luz propia. A mitad de la película te quedas como: ¡anda ya, no me jodáis! Pero una vez que te han jodido pues bueno, te dejas llevar por la corriente de sinsentido, bajas tu ya maleable nivel de exigencia y ves que tampoco se está tan mal.

El día de la Bestia (1995), de temática navideña-apocalíptica, forma parte ya de mi Top-5000 de películas favoritas, no sé bien en qué posición. Me suele gustar bastante lo que hace Álex de la Iglesia, y juntar a Terele Pávez y a Soziedad Alkohólica en la misma película solo puede traer cosas buenas.

Esto es todo por hoy. Os deseo unas felices fiestas, amigos. Os animo a que abracéis el espíritu terrorífico-navideño en estas fechas con una buena sesión de pelis y champán. Venga, habréis visto cosas peores: estoy casi segura de que, como yo, os tragáis el vómito que se os viene a la boca cuando veis los anuncios navideños de aseguradoras y operadoras telefónicas.

A ver, no metas barriga, hombre




martes, 27 de noviembre de 2012

Sinister (2012)

Director: Scott Derrickson

Esta semana he visto, para variar, unas cuantas películas. He ido al cine con las criaturas a a ver Hotel Transilvania y la disfrutamos muchísimo. Al llegar a la taquilla y pedir las entradas, la empleada agarró el teléfono y le dijo al operador que volviese a encender el proyector, que finalmente parece que habría espectadores. Las entradas nos las revisó la de las palomitas, que estaba al fondo haciendo aspavientos para que nos acercáramos. Todo eso un viernes a las 5 de la tarde: está claro que no se augura un buen futuro. Vale, todo está mal, pero lo que nos concierne aquí es el cine, y Hotel Transilvania es muy divertida y, como suele ocurrir con las pelis de monstruos, es una metáfora de la diversidad, la aceptación de lo diferente y la toleranZZZZ.... El doblaje es muy bueno, aunque desconcertó un poco a la criatura nº2, que me preguntó, al oír a un personaje con acento andaluz, qué por qué hablaba "en extranjero". Hablando de "no extranjeros", (OJO: un minispoiler en este parrafillo) vi Mientras Duermes (2011), y desde el primer momento estaba claro que iba a ponerme del lado del loco. Creo que, como Tosar es de mi tierra, pues empecé a "torcer" ipso facto por su lado demente, de una manera irracional e ilógica. Es de mi tierra y encima un muy buen actor. ¡Venga Tosar! Ni las lágrimas de una señora indefensa doblegaron mi férrea determinación. Deseaba fervientemente que el tarumba y sus maldades triunfaran. Debe ser la lógica del nacionalismo: lo mío es bueno porque es mío, y tú te vas con lo tuyo a tomar por culo.

Cambiando un poco de tema, hace unos días leí que ver películas de terror adelgaza, por la supuesta descarga de adrenalina y la aceleración del ritmo cardíaco. Pero algo falla, me da a mí. Lo que yo creo es que han puesto a ver películas de terror a espectadores que no consumen terror habitualmente. Si lo hicieran, comprobarían que el mayor pico de adrenalina que tiene un terrorómano viendo una película de terror se produce, si es que se da el caso, cuando se le ocurre pensar en qué va a pasar con su pensión de jubilación. Salvo contadas excepciones, yo creo que mi estado ante una película de terror es más parecido con el de hibernación que con el de hacer puenting. Una de las excepciones fue Paranormal Activity, que me acojonó bastante, y otra, aunque un poco menos, la peli en cuestión, Sinister, ambas producidas por Jason Blum.

Sinister está cerca de ser la película de terror perfecta, y me dio algo de miedo, lo que es la rehostia. De la emoción he acabado atragantándome y he estado a punto de vomitar. O gomitar, que a fuerza de tanto oirlo le he tomado cariño prefiero mil veces gomitar a devolver. Digo que la peli es casi perfecta porque tiene un argumento muy elaborado, técnica y visualmente es admirable, tiene buenos actores y como bonificación, recuerda a la atmósfera del Gran Maestro King, por lo de que el protagonista es escritor y se ve metido en algo raro raro.  Merece verla, y no os diré ni de qué va, para eso, si queréis, irsen a wikipedia. La atmósfera está muy bien, pero que muy bien. Te metes en la película. Solo hay dos cositas que me rechinan, que os explico a continuación:

1) Ethan Hawke es muy buen actor, pero tiene los lóbulos de las orejas pegados, no colgantes, me entendéis ¿no? Me diréis: ¿Qué importa eso? Y yo replicaré, nada, supongo que nada, en la inmensidad del cosmos ¿qué importan los lóbulos de las orejas de un tipo? Nada, lo sabe hasta una ameba. Pero en los momentos de tensión se me iba la vista en las orejas de Ethan. Si no las veía, me sorprendía buscándolas. Las orejas de Ethan. Las o re jas de e than. Lasorejas deEthan. LasorejasdeEthan. lasorejasdeizanlasorejasdeizan.¡Basta!

2) Lo que en mi opinión desmerece la película no son lasorejasdeizan, sino que es el papel de su mujer, que interpreta Juliet Rylance. En general, en el cine, las mujeres están para gritar y enseñar cacha o para mostrar el lado protector, sensato y conservador, para advertir, o todo a la vez. O sea: para alegrar la vista o para dar el coñazo soberanamente. Siempre hay excepciones, mujeres con cojones, pero en este caso y para cargarme de razón elijo obviarlas. A lo de enseñar cacha ya nos hemos acostumbrado pero es lo otro lo que me parece vomitivo de verdad.  Y Juliet da el coñazo y poco más. Ethan se arriesga, con buenas o malas consecuencias, pero actúa. Actúa, como un imbécil, pero actúa. En el espectador de a pie, o por lo menos en esta espectadora, se va creando un efecto acumulativo. Llega un momento en que el vaso se colma y cuando te encuentras con la enésima madre-esposa perfecta que intenta hacer entrar en razón a su marido, te dan ganas de mandar todo a la mierda. En todo esto hay una moralina, y es que el subtítulo de Sinister podría ser TE MERECES TODO LO QUE TE PASE POR NO HABER HABLADO CON TU MUJER ANTES DE HACER LAS COSAS. ANORMAL. ¿Feminismo? Nada de eso, todo lo contrario. Es por tanto una película terrorífica pero además por partida doble. Te podría pasar a ti, por imbécil, y pese a tener una mujer como dios manda.

Pero oid: vedla sin los prejuicios que claramente estoy intentando que interioricéis, ¡os lo ruego!

Veis lo que os digo, ¿a que sí?







miércoles, 7 de noviembre de 2012

Los escenarios típicos de las películas de terror (2)

Ya os había amenazado con una continuación a esta entrada. Aquí va.


4. El instituto

El instituto es sinónimo de adolescentes, y pensar en ellos hace que se me desencaje la mandíbula y se me pongan blancos los nudillos: en unos años me veo en un interminable tête-à-tête con un par de ellos, cuando casi fijo que lo que de verdad me va a apetecer en vez de eso va a ser sentarme en el sillón y tomarme una discreta copa —quizá servida en una de las tazas de Forges de El País, como si fuera un cola-cao. Intentaré razonar, y como estaremos en órbitas diferentes, seguramente salgan de casa dando un portazo, después de gritar algo como aquello que gritó Fernán Gómez.

Pero volvamos al tema que nos interesa. El instituto no es mi escenario favorito para una película en general porque a) claramente no van dirigidas a alguien de mi no tan tierna edad o b) son de Gus Van Sant o coñazos similares. En cambio, las pelis de terror de instituto sí me gustan porque suele haber adolescentes tarados. Y me refiero a tarados de película, de los que tienen poderes telekinéticos, hacen conjuros o devoran gente, no de los que planean disparar a todo cristo.

En estas películas, el protagonista suele ser un adolescente que no encaja con los demás o que responde a una amenaza externa y decide tomarse la justicia por su mano. Como es normal, digo yo. Entre las pelis que he disfrutado están la terrorífica Carrie (1976), donde al final se arma un buen fandango, es decir, al típico estilo King, que suele terminarlo todo con una explosión, incendio o similar. Ginger Snaps (2000) trata de dos adolescentes que se metamorfosean en mujeres-loba (¿se dice así o qué?).  Me parece una película muy atractiva, casi un dramón, con el que uno puede hasta identificarse,  —rollito metafórico, ya me entendéis— con dos actrices muy buenas y una trama que no pierde interés. The Loved Ones (2009) es sádica y demente. Scream (1996) explota lo típico del cine de terror, lo que todos conocemos, y lo convierte en un producto maestro. La considero una gran película y la disfruté, espero, tanto como vosotros. Jóvenes y Brujas (1996) no está mal, al estilo carrie-esco. Y por ultimo, me gustó The Faculty (1998), película en la que los raros son los profesores. He visto más películas que giran en torno a institutos pero de verdad no creo que merezcan mucho la pena, salvo que esté olvidando algo, lo que no sería tan raro. Cuando tienes una memoria que salvo algunas excepciones es LIFO, las películas difícilmente permanecen más de unas semanas en el coco.

Termino agarrando una pregunta con dos dedos, no por delicada, sino porque me parece que está manchada de caca: ya que Halloween se ha extendido tanto por aquí, ¿llegará un día en que en los institutos españoles haya animadoras, proms, corsages y lo más importante: casilleros para todos? 

¿A qué dices que huelen las nubes? 



5. El lugar remoto en la carretera

También conocido como el sitio donde cristo perdió la chancla, donde el diablo perdió el poncho, casadiós, etc... Ancho es Estados Unidos, amplias nuestras tragaderas, y pocas las gasolineras en esas carreteras interminables que conducen al mismísimo infierno. No creáis que siempre os vais a encontrar a un gañán víctima de la endogamia blandiendo una motosierra, no. También hay psicópatas de los de toda la vida, zombies, monstruos sobrenaturales, niños cabrones...¡Es que de verdad, no sabes con qué quedarte! 

Más o menos, en estas pelis la cosa va así: váis tranquilamente en coche y de repente, sin saber cómo, os encontráis mirándole a los ojos al mal, mejor con mayúsculas, al MAL, en un pueblo de mierda, en una puñetera carretera interminable, en bello paraje natural o en un motel regentado por un psicópata lejos de la civilización, y os dais cuenta de por qué la civilización se llama así, y por qué tiene su encanto. Psicosis (1960) es, como ya habréis adivinado, el exponente, película que place a cinéfilos y a gente normal por igual. La pesadilla que se relata en la bestial Deliverance (1972) me tuvo con una arruga vertical en el entrecejo toda la película, y la banda sonora me resonó en la cabeza durante unos días.

Texas nunca falla: en el estado que vio nacer a Dubya se desarrolla un peliculón: La Matanza de Texas (1974), y otras como la colorida La Casa de los 1000 cadáveres (2003) o la salvaje Planet Terror (2007). The Hills Have Eyes (tanto la original de Wes Craven de 1977 como el remake de 2006) y Wrong Turn (2003) rezuman fealdad y sadismo (¡yupi!). Los Chicos del Maíz (1984) quizá no haya envejecido bien, pero me gusta y en su momento me dio escalofríos, por lo que tiene un lugar especial en mi polvorienta estantería mental. Jeepers Creepers (2001) es terror del bueno, con un actor, Justin Long, al que me gustaría ver encasillado en este tipo de papeles, porque lo hace bien.  Habitación sin salida (2007) tiene su puntito aunque los protas parecen sacados de Friends. La gran Misery (1990), con una enorme Kathy Bates, tiene una de las escenas más dolorosas de ver que recuerdo, con tobillos de por medio.

Fuera de Estados Unidos, hay una película francesa, Frontière(s) (2007), que se regocija a saco en la claustrofobia y en el sadismo. En Australia se desarrolla Wolf Creek (2005), que es aterradora y...visceral. Destaco la británica Eden Lake (2008): si alguna vez os la habéis tenido que ver con algún adolescente o pre-adolescente británico —de esos que llaman scallies o chavs—, sabréis que difícilmente hay algún laxante más efectivo. Esta película, que tiene semejanzas con la bárbara Funny Games (1997), hay que verla, y no solo porque salga Michael Fassbender, que además de ser un gran actor, está muy bueno, sino también porque...bueno, alguna otra razón habrá. Me hace coña la supercutre pero simpática La Matanza Caníbal de los Garrulos Lisérgicos (1993), ambientada en mi sitio favorito, A Coruña, con Manuel Manquiña, que prácticamente todo lo que toca lo convierte en oro.

Quisiera cerrar este punto con otra preguntilla: ¿quién no se ha visto en algún momento extremadamente ofendido durante la conducción y ha sido preso de unas incontenibles ganas de emular al camionero de El Diablo sobre Ruedas (1971)? ¿Nadie? Bueno...no, no lo decía por mí, no, no, qué va, es por una amiga, en serio. Ejem.

Una tierna instantánea familiar con Leatherface al fondo.






Continuará...

martes, 30 de octubre de 2012

Halloween (1978)

Director: John Carpenter


Ahora por cojones hay que disfrazar a los niños dos veces al año: en carnaval y en halloween. No es que me moleste mucho: unas ojeras y un poco de sangre en la cara dan el toque tétrico a cualquier disfraz. Hace unos años hasta vino un niño a pedir caramelos a la puerta de casa, acompañado de su desconfiada madre. Me pillaron por sorpresa y les di, con cara de bótox, unos miserables mentolín reblandecidos del fondo de un cajón. Me parece un poco forzado eso de ir pidiendo caramelos por las casas, pero inofensivo; lo que sí me parece inmundo y el equivalente lingüístico a pegarle a una madre es que se haya extendido el despreciable 'truco o trato' como traducción del trick or treat. Imaginaos mi reacción cuando mi propio hijo me lo suelta esta tarde, con su atiplada voz infantil; se me secó la boca, se me nubló la vista y después ya no recuerdo nada más. Me diréis, vale, lista, y ¿qué dirías tú entonces? Pues...no sé, por estos lares funcionaría un 'chuche o chasco', o algo así. Mi lado intransigente echa humo, pero no os voy a dar más la brasa con esto: ya me atufo yo sola en mi propia nube de indignación lingüística, gracias.

A mí, que la llamen Halloween, la llamen Samaín, lo que sea, esta fiesta me parece bien, y creo que su popularización es una de las cosas que debemos agradecerles a los estadounidenses, junto con los pantalones de cintura elástica. Si a los niños les vale como excusa para conocer alguna de la prosa de Poe, Lovecraft, Shelley o Henry James, mejor que mejor. Hasta me valen las novelas de Crepúsculo: no las he leído pero si cayesen en mis manos con 13 años, sí que las habría leído, y del tirón. Si los futuros piraos del terror aún son muy pequeños, se les puede dar adulterada y con viñetas, como ya ocurre con Shelley, y ya está. Por soñar, ojalá alguno de esos niños que hoy está leyendo historias de terror haga una película en los próximos años que se llame Samaín en la que un asesino llamado Migueliño ande sembrando el pánico por la Serra de Outes. Yo la vería con mucho cariño. A mí me habría encantado que me hubiesen obligado a leer en el colegio Vuelta de Tuerca o El Pozo y el Péndulo, y no La Colmena (no digo que no sea recomendable su lectura, pero con 15 años...pues a mí no me parece la mejor manera de forjar un amor para toda la vida). De todas maneras, ya sabemos que las opiniones son como el ojete.

En Halloween, el psicópata asesino Michael Myers se escapa de un hospital psiquiátrico y la toma con Laurie, interpretada por Jamie Lee Curtis, para quien esta película consituyó su debut cinematográfico, convirtiéndola en una actriz de culto del cine de terror. Donald Pleasence interpreta al Dr. Loomis, quien intenta frenar a Michael, advirtiendo de su maldad a la policía y poniéndose el mismo manos a la obra para pararlo. Michael aparece en un barrio residencial de un pueblo de Ilinois, transformándolo de un tranquilo remanso de paz a una terrible e impensable pesadilla. El terror llama a la puerta...personificado en él, que es un hombre pero está desposeído de cualquier matiz humano: durante gran parte de la película no se le ve la cara y cuando lo hace lleva una careta que lo priva de cualquier expresividad. Tiene, además, una fuerza y resistencia aparentemente sobrehumanas. Cerca del final, durante una décima de segundo se ve su cara, una cara normal. Nunca se le oye hablar: solo gruñir y respirar. Es el hombre del saco, y viene a buscarte.

Ya mencioné en otra entrada del blog el inicio de la película, con una escena con cámara subjetiva de unos cuatro minutos, que responde a la perfección la pregunta de por qué estamos agilipollados con el terror, independientemente de que algunos seamos ya así de natural un poco fatuos. En esos pocos minutos que abren la película, te sientes un voyeur planeando una maldad, ves a través de los ojos del loco de Michael Myers, con antifaz y todo, mientras progresivamente va aumentando la tensión hasta terminar poniendo los pelos de punta por lo chocante de su desenlace, por partida doble: lo que ocurre y quién lo ejecuta. Ahora ya estamos acostumbrados a este tipo de escenas pero la que abre Halloween sigue siendo legendaria. El director de fotografía, Dean Cundey, fue de los primeros en usar una PanaGlide —un arnés que permite grabar escenas con el cámara en plan hombre orquesta, estabilizando la imagen— y con ella filmó esta escena y muchas otras de la película, grabada magistralmente en formato panorámico. La PanaGlide provoca la inquietante sensación de estar en medio de la acción, acompañando a los personajes cuando andan, y parándose cuando ellos se paran. En un montón de escenas tanto el primer plano como el segundo están enfocados, lo que nos hace espectadores de lujo: vemos lo que acecha y al acechado, podemos intercambiar la atención entre uno y otro sin problema.  Halloween es un portento visual, auditivo y cinematográfico: una película que además apela de manera sencilla y efectiva a los miedos más primarios.

Debra Hill la produjo, y John Carpenter la dirigió y compuso su banda sonora —la sombra de Hitchcock es alargada. Los dos juntos escribieron el guión. Dos personas que con muy poco dinero hicieron una película que marcó un género y desencadenó innumerables imitaciones. Halloween tiene poca sangre pero mucho suspense, amenaza latente y pánico.  Merece ser vista de nuevo. Aquí os dejo una foto del rodaje, con John Carpenter y Tony Moran, la cara detrás de Michael Myers. ¡Salud!



miércoles, 17 de octubre de 2012

Los escenarios típicos de las películas de terror (1)

Llevaba madurando un tiempo la idea de escribir una entrada sobre los lugares típicos donde se suele armar la gorda en las películas de terror. Me calentaba el colacao en el micro y se me ocurría algo. Recogía la caca del perro y lo mismo. Decidí tomar cartas en el asunto y para no olvidarme de nada, fui anotando y grabando notas de voz en el teléfono, que iban de lo enigmático a lo demente, siempre manteniendo una notable desconexión de ideas. La división a la que he llegado después de intentar ordenar mis pensamientos es subjetiva, y todo es discutible, hasta el hecho de llamar "escenarios" a lo que más bien son "situaciones", pero este es mi blog y me lo... escribo...como quiero. Silent Hill (2006), por ejemplo, encajaría en un look postapocaliptíco en el que todo está encantado, no en el sentido de contento, claro está. Los puntos 1 y 2  a continuación, tienen claros elementos de superposición.
Así que, hala, qué mejor que aprovechar mi vasto acervo cinematográfico de todo lo oscuro, tenebroso y cutre para iluminar una esquinita de la interwebs con una efimera chispa de post. He terminado de ver la olvidable Smiley (2012), he levantado el culo del sofá y me he puesto a regurgitar los resultados de rebuscar un poco en mi maltrecha cabeza, tecleando con fruición, acelerando a la vez mi inminente síndrome del túnel carpiano. Los cuasimártires del terror te somos así, como dicen en Ourense. Tanto tengo que regurgitar que he decidido dividirlo en dos entradas, al menos. Ahí van las primeras arcadas:


1. La casa encantada
La punta de lanza del terror, un clásico intemporal; vale en realidad para todas las películas que giran en torno a los fantasmas, con lo que aquí cae, así, grosso modo, el 90% del terror asiático. A veces están "inspiradas en hechos reales", que es como si yo digo "me parezco a Giselle Bündchen" porque tengo ojos, nariz y boca. Mi introducción y la de prácticamente creo que todos los de mi generación fue con Poltergeist (1982), película en torno a la cual giraba la leyenda de una maldición real que la hizo aún más tenebrosa, sobre todo si la ves con 8 o 9 años. Como nota al margen, la señora enana de esa película, cuya cara y estridente timbre de voz doblado todos conocemos, sale también en Angustia (1987), una ciertamente angustiosa metapelícula.

La cosa suele desarrollarse así: casi siempre una familia se muda a una nueva casa en la que empiezan a a pasar cosas raras raras. Portazos, platos volando, susurros, inscripciones en la pared...El fantasma es lo que queda de un muerto, y no desaparecerá hasta encontrar venganza, paz, justicia, o alguna cosa así. Los niños son más receptivos a su presencia. La cruz de los pequeños, en la vida real y en las películas, es que nunca les hacemos ni puto caso, y cuando nos damos cuenta ya los estamos llevando a rastras a clases de arpa medieval o tenemos el fantasma de un muerto sentado a la mesa.

Hay películas como Beetlejuice (1988) con fantasmas muy vacilones, y otras, como 1408 (2007), del máster King, en las que está claro que lo mejor es salir por patas. Me dio mucho miedo Actividad Paranormal (2007): es para llorar de miedo, y demuestra que en ocasiones es posible hacer buen cine con pocos medios. En El Resplandor (1980) sientes la asfixiante atmósfera de claustrofobia y pánico que viven sus protagonistas. El Horror de Amityville (1979) tiene alguna escena del estilo de El Exorcista (1973) y una de las casas encantadas más memorables, con una fachada que parece tener vida. Con una perspectiva de terror menos actual, también me gustan Don't be afraid of the Dark (1973), la singular La Casa de las Sombras del Pasado (1983), con cuatro diplodocus del terror compartiendo pantalla, y las historias grimosillas y con olor a naftalina de La Mansión de los Crímenes (1971). Recientemente, la primera temporada de American Horror Story (2011) me enganchó, y ya tengo ganas de ver la segunda.

Seremos muy felices viviendo en mi casita de Amityville

2. La cabaña en el bosque
Siempre que veo una de estas pelis pienso, "coño, con lo pequeña que parece por fuera la cabañita, qué grande es por dentro". Soy fan de este escenario: decides pasar un fin de semana con tus amigos, bebiendo un poquito, fumando otro poquito, y si hay suerte, lo que surja, pero de repente se arma la de dios. Seguramente todo lo relacionado con este escenario ya está inventado en realidad todo lo relacionado con todo , y hacer algo diferenciado es difícil, porque parece que el tema no da para mucho. Pero hay que tener en cuenta que a nosotros, humildes devoradores de productos de serie B, nos gusta lo familiar, aún al precio de que difícilmente nos da miedo el cine de terror. Pero lo vemos igual, porque para nosotros no son tópicos: son clásicos. Y si hay algo distinto, y mejor, pues que venga alguien y lo haga.
En este tipo de pelis, la cosa suele ir así: los jovenzuelos, de camino a la remota cabaña, se paran a preguntar a un tipo con pinta rara, en una gasolinera o diner;  cuando llegan a la cabaña, se les enfoca desde dentro, implicando que hay algo siniestro dentro; al entrar, hay crujidos, taxidermias en la pared y una trampilla en el suelo de madera. Después de beber y fumar un poco, se dan un baño alegremente en un lago cercano saltando desde el embarcadero.  Luego ya se produce el encuentro con un enemigo tipo virus, espíritus malignos, zombis nazis y cosas de esas. Intentan tapiar ventanas y puertas pero siempre hay problemas.

A mí me gustan, por poner unos pocos ejemplos, desde luego las de The Evil Dead: Posesión Infernal (1981) y Terroríficamente Muertos (1987) por cierto, en el 2013 estrena Sam Raimi el remake de The Evil Dead; aún partiendo de la premisa de que la original es inmejorable, estoy deseando verloTambién me gustan Dead Snow (2009), Cabin Fever (2002) y la original La cabaña en el bosque (2012).  La desternillante Tucker & Dale Vs. Evil (2011) hace mofa magistralmente de las películas de este estilo.

La cabaña de Goddard, sí, sí, con dos 'd'


3. El paisaje postapocalíptico
Hace tiempo vi Cuando el viento sopla (1986) y durante bastante tiempo sentí el pánico de un inminente ataque nuclear. Ese miedo ya no existe, pero permance la fascinación con estas películas, que son más de ciencia-ficción que de terror. Dan juego para algo más profundo que la gran mayoría de las películas de terror: suelen tener un mensaje del estilo de "mira a lo que nos lleva la codicia y la falta de respeto por el planeta". Independence Day (1996), Deep Impact y Armaggedon (ambas de 1998) son para mi gusto demasiado patrióticas, quiero decir, vomitivas, y seguro que han llevado a más de un pirado en Idaho a construirse un refugio subterráneo. Creo que están hechas para consumo y defecación en EE.UU., exclusivamente.
En general estas pelis llaman a un miedo cósmico que parece más posible que otros, sobre todo si te fumas un buen petardo mientras las ves. Hay distopías que ya son terroríficas de por sí sin meter ningún elemento sobrenatural, como Soylent Green (1973) o Fahrenheit 451 (1966). De las más recientes, The Road (2009), me pareció un peliculón, durísima y aterradora.
Lo que suele pasar en estos escenarios es que después de que un virus, ataque extraterrestre, catástrofe nuclear, plaga, meteorito o algún otro megaacontecimiento haya arrasado con casi toda la humanidad, la vida para los que sobreviven es gris y fría. Encima, casi siempre se descubre que el gobierno suele tener responsabilidad en la situación. Los que están vivos se organizan para ir a juntarse a otros hipotéticos supervivientes, y los papeles de los personajes están muy encasillados: el gallito, el héroe atormentado, el prudente, el cagao, la madre, el traidor....

En algunos casos, como en la serie Falling Skies, de Spielberg, los supervivientes son particularmente guapos. En otros, como en 12 monos (1995), basada en La Jetée (1962), o en Terminator (1984) hay viajes en el tiempo incluidos. Recuerdo con especial cariño Dawn of the Dead (1978) y su centro comercial. 28 días después...(2002), es una gran película representativa de este género/paisaje, al igual que Hijos de los hombres (2006), y además se agradece en ambos casos un paisaje postapocalíptico British, donde los actores no tienen los dientes tan perfectos.

¿Dónde está todo el mundo?


Continuará...



viernes, 12 de octubre de 2012

[REC]³ Génesis (2012)

Director: Paco Plaza


En el poblado donde vivo ya no queda ni un solo cine donde ver una película en versión original, a no ser que se trate de pelis españolas o protagonizadas por Ricardo Darín. Sólo eso hace de esos antros terreno semivedado para mi. Como además hay que poner la cama, ver una película en horario de tarde supone aflojar 8,40€. O sea, que para ver una película doblada y que me la metan igualmente, mejor me quedo al calor de la caverna de mi casa y mientras se descarga...bueeeeno, veeenga, va, a veces también mientras la saco del envoltorio, me hago un té y me como unas galletas. Resident Evil 5: no es cosa tuya, es cosa mía. Tendré que hacerte esperar.

Sin embargo, no me importa castigar la cuenta bancaria ni que me piten un poco (más) los oídos si en cartelera está Píxar. Ejercen considerable presión dos pequeñas criaturas que no, no son ni pájaros ni aviones pero sí tienen superpoderes, principalmente los de insistencia, perseverancia y y tesón. Así que allá vamos, meaos y cagaos al cine, nos dejamos alegremente unos 30 euros y lo pasamos en grande. Los superhéroes salen del cine con un buen subidón de azúcar y de cafeína y yo con una especie de melancolía existencial que solo podría quitarme leer los comentarios en alguna noticia de El Mundo. Píxar, indudablemente, tiene algo; vaya, algo no: lo tiene todo. Cuando me asoma la lagrimita, como siempre ocurre en todas sus películas, miro de reojo y siempre veo otros ojos vidriosos, más de adultos que de pequeños, que son más de llorar a grito pelado.

Una vez los minisuperhéroes me la jugaron y me llevaron a ver el puñetero bodrio de Copito de Nieve y tras 1 hora y media en la que se me quitaron las ganas de vivir,  juré y perjuré que nunca más volvería a ver una película española de animación. Bueno, esta excusa de película es de semianimación, pero sólo te enteras cuando estás dentro: en el cartel todo era perfectamente digital. Hasta que hace poco me vienen con que quieren ir a ver Tadeo Jones al cine, y bueno, como es importante estar preparada, busqué en Youtube el corto para ver si valdría la pena ver la película. Pero a medida que la barra roja avanzaba, el candor de mis mejillas se iba convirtiendo en un gris ceniciento: vaya perrallada. Ni que decir tiene que no fuimos a verla.

Lo que sí me parece que voy a seguir viendo es terror español, por lo menos si se parece, aunque solo sea un poquito, a [REC]³ Génesis. La protagonista, Leticia Dolera, hace de Clara, una frágil chica al estilo de Carrie, que al igual que ella, prueba, aunque por motivos distintos, que no le gusta que le jodan la fiesta. Y al igual que mi admirado Ash Williams, tiene mucha destreza con la motosierra. Leticia Dolera lo tiene todo para convertirse en una heroína de los frikis del terror del sexo masculino, y parece inspirada un poquiiito en la Jamie Lee Curtis de Halloween. La verdad es que la película me mantuvo pegada al sillón. Me sorprendió, porque esperaba algo como las dos películas anteriores, pero no se parece nada. Ni oscuridades, ni claustrofobias, ni imágenes borrosas. Bueno, sólo los primeros 20 minutos  aproximadamente son con cámara en mano, y yo lo agradecí. A mí la verdad esto del meneo de la cámara en mano ya me satura un poco: cuando, como yo, has visto El Proyecto de la Bruja de Blair y 4 o 500 películas más ya empiezas a notar cómo se te desprende la córnea.

Hay algo de humor si bien no es una horror comedy en toda regla. Yo más bien la definiría como una graciosa película de amor cursi con zombies. Lo español de la música, las caras, expresiones, ropas y escenarios da un toque de familiaridad cañí a esta película de zombies endemoniados. Lo de añadir "Génesis" al título en vez de "El Inicio", por ejemplo, pues parece que subraya más aún las connotaciones religiosas de la peli, que creo que están metidas un poco para abrir el campo de actuación en futuras películas. A esa connotación religiosa no le veo mucho sentido y es la única pega que le veo.

Es verdad que el espíritu de las dos películas anteriores de REC se ha evaporado y hecho más convencional, es decir, lo que nos pasa a muchos al cumplir los 35. No hay que echarse las manos a la cabeza, rasgarse las vestiduras ni poner el grito en el cielo (cuán rico es el idioma). Acaba ocurriendo, y ya está. A mí me parece una buena película. Y no seáis malos y penséis que pienso que es "una buena película para ser española", no: me gusta creer que soy el súmum de la objetividad y quiero medir las pelis con el mismo rasero*. Dejad en la puerta los zapatos y las otras dos pelis de REC y vedla con ojos vírgenes, que da un buen chute de entretenimiento.

*rasero en el sentido de "escurridiza vara  de medir cuya distancia entre muescas varía en función de factores tales como el número de veces que ese día haya abierto la boca un político y el número de cartas de gas natural que haya en el buzón." 

Aquí os deja Paco unas tiernas imágenes de un día muy especial:













sábado, 22 de septiembre de 2012

Payasos Asesinos (1988)


Título original: Killer Klowns from Outer Space
Director: Stephen Chiodo


Ser adicta aficionada al cine de terror es algo que en algún momento tendré que confesar a los niños que me quieren, que son mis hijos. Lo temo, casi tanto como el momento que tenga que explicarles que por muy buena disposición que lleven en la vida, siempre se las tendrán que ver con algún gilipollas. Llegado el momento de la verdad les explicaré que me gusta ver películas donde muere gente, hay vampiros, fantasmas, niños cabrones, psicópatas, ascensores asesinos y cosas parecidas, pero que no estoy loca. Espero entonces que una vez superado el bochorno que sientan hacia su madre, algo que quizá no llegue nunca, podamos ver todos juntos clásicos como The Blob y La Invasión de Los Ladrones de Cuerpos. Luego podríamos ya subir un nivel y pasar a cosas un poco más coloridas como Mal Gusto o Basket Case (¿Dónde te escondes, hermano?). Todo se andará.

El problema es que aunque planee esa crucial charla con antelación, tengo que prepararme para el más que probable e incipiente momento en que me pillen a oscuras en la sala, con ojos vidriosos y la boca abierta, viendo películas con títulos como Mutantes en la Universidad o Esta Noche Poseeré tu Cadáver. Visualizo esa terrible eventualidad como la de ir tranquilamente conduciendo por un paisaje idílico y de repente pegar un volantazo y encontrarse sin remedio en pleno infierno. ¿Qué les digo? Si mi lado bueno está en casa, me avisará si los oye venir. Si no está, y teniendo en cuenta que, en palabras de un médico, mis oídos son propios de alguien 20 años mayor que yo, estoy indefensa ante una pillada soberana. Además, como consecuencia de mis penosos oídos, tengo que ver las películas a mayor volumen, aumentando el riesgo de despertar a los enanos y haciendo que la jugada sea aún más peligrosa.  Ni siquiera tamaño azar puede con mi férrea voluntad de plantarme frente a la tele a tragar un montón de ya sabéis qué. Para no despertarlos, podría cerrar la puerta del pasillo, pero me impediría concentrarme en la película pensando que están armándola sin yo enterarme, haciendo por ejemplo una hoguera en la habitación. Algo que por cierto, mi madre me pilló haciendo cuando yo era pequeña: por aquello de que de casta le viene al galgo, no quiero arriesgar. 

En resumen: soy consciente de que estoy jugándomela cada vez que me zapateo en el sofá. Pero películas como Payasos Asesinos hacen que merezca la pena. Al darle al play me siento un poco como Lenin disfrazado antes de la revolución, o como el que entra en el puticlub estudiando atentamente las puntas de sus zapatos. Si me pillan tendré que dar explicaciones que no van a ser muy convincentes.  Aún así, me gusta pensar que tengo recursos, por lo que tengo preparada la siguiente disculpa si de repente un sigiloso niño en pijama se planta frente a la tele: 

- «Estaba viendo un documental de elefantes y justo en este momento han puesto un anuncio de X*.» (*despejar según convenga:  a) un cuento de: vampiros vegetarianos/zombis de guasa/monstruos buenos; b) un concurso de: a ver quien grita más/parece más enfadado/ corre más/abre más los ojos o c) la tomatina)

Si no ando rápida, siempre me queda negarlo todo, como los políticos:  - «No, no hay nada ahí, no has visto nada, ¿qué dices? Ahora vete a la cama.»

En la posibilidad de ser pillada pensaba cuando me puse a ver Payasos Asesinos. Lo sé, con ese nombre tiene que ser una película muy intimista. Del tipo de películas que te hace pensar en la insignificancia de nuestras míseras existencias. Bueno, no. Te hace pensar qué cojones te pasa por la cabeza para que te guste esta película. Como la realidad es difícil de tragar, y además me niego a que se interponga en lo que yo creo, cancelo la posibilidad de que me guste porque mis estándares están a la altura de los tobillos y elijo pensar que me gusta porque es indudablemente bárbara. O también podemos decir, perspicazmente, que de tan mala que es, es buena. Es como si curvamos la vara de medir y hacemos que se toquen las puntas: lo bueno y lo malo se tocan y ya no sabemos nada de nada, ni por qué estamos aquí, pero nos da todo igual.

En la película, unos extraterrestres con aspecto de aterradores payasos vienen buscando comida en una nave espacial con forma de carpa. Convierten a la gente en una especie de barbapapás de algodón de azúcar y disparan con pistolas que lanzan palomitas, y no digo más, porque merece ser vista sin que os la estropee. Si no fuera de risa sería de terror. O al revés, bueno. Además, con tanto efecto digital hoy en día, ver un poco de látex, líquidos viscosos y efectos a la vieja usanza se agradece como agua de mayo. 

Me ha gustado mucho el atrezzo de la película, que recuerda a una pesadilla triposa. La música es ya de la transición entre los 80 y los 90: mucho sintetizador pero también guitarritas eléctricas. El ocaso de la película es un homenaje a la payasada bestial que en esencia es. Me gustan las personas que no se toman muy en serio y que nos hacen pasar un buen rato, como los hermanos Chiodo. Aquí os dejo un poquito de locura, amigos:



jueves, 13 de septiembre de 2012

Re-animator (1985)



Director: Stuart Gordon

Una especie de ímpetu acuático me ha invadido en los últimos días y me ha llevado a nadar de manera rayana en el phelpsianismo, rama ortodoxa. Dado que intento suplir mi patente falta de técnica y estilo en la piscina con una buena dosis de perseverancia no muy bien gobernada, salí del agua con los hombros a la altura de las orejas. Me acabo de tomar un myolastan y a medida que estoy notando sus agradables efectos, voy a aprovechar este relajo muscular para hablaros distendidamente, sobre todo en lo que a mis trapecios y párpados se refiere, de un clásico básico: Re-animator. En Re-animator, que a mi parecer y a unos cuantos más constituye la esencia del cine de terror de los ochenta, un científico loco desarrolla un líquido fosforito que tiene un fascinante punto en común con el botillo: hace resucitar a los muertos. Una joya basada en una historia de H.P. Lovecraft, cuya banda sonora es claramente un homenaje a Psicosis

Todos sabemos que eso de dárselas de listo y querer traer de vuelta a los muertos,  jugando a ser dios —¡como odio esa expresión!—, está condenado a un fracaso de proporciones planetarias. Pensemos sino en el hígado de Prometeo. O en Frankenstein. O en Evil Dead. O en Gage, de Cementerio Viviente. O en todos los zombies y vampiros anónimos. Se acaba armando inexorablemente. La vanidad humana es carnaza para el terror porque infunde en el espectador una especie de sed de justicia cósmica e invita a un final de despiporre catastrófico. Trae consigo terribles y merecidas consecuencias; no tiene fecha de caducidad y todos nos podemos sentir identificados con ella: si alguna vez habéis intentado y conseguido resucitar a alguien con una inyección de color acid house o un transplante de cerebro, sabréis que el resultado es uno de dos: o bien conviertes al resucitado en un monstruito o bien conviertes a los que lo rodean en monstruitos. Casi siempre, además, tú acabas muriendo de la manera más humillante posible a manos de tu propia creación. 

Ya desde el principio de la película nos advierten de que se viene una buena. Empieza fuerte, y termina más fuerte aún, con un éxtasis de humor, miedo y asco en el salón de tu casa, para tu goce y disfrute. A eso hemos venido, a gozar y disfrutar de lo que esta película nos aporta a porrillo. Hay unos cuantos memorables momentos de quenopaseesoporfavoooornoquenoqueno, pero ya veréis vosotros si pasan o no.

El genial Jeffrey Combs hace de Herbert West, el estudiante enajenado y resabido que la lía de lo lindo. Bruce Abbott y Barbara Crampton, en sus papeles de Cain y Megan pasan sin pena ni gloria, y el Dr. Hill, interpretado por el bárbaro David Gale, pese a llevar una mofeta encima de la cabeza durante toda la película, está ideal de médico winner. Es un malo dramático, de esos de antes, que se reían de lo malos que son. Físicamente se me parecía a Kiko Veneno haciendo de Frankenstein en La Bola de Cristal. ¿No lo véis? Todo encaja: es el eterno retorno. Igual que cuando un día conoces a un Natalio que es gilipollas y ya no se te ocurre ponerle ese nombre a tu hijo, aparte de que no se lo ibas a poner de ninguna manera porque es un nombre feo de cojones. Bueno, igual igual no es, parecido, sí.

Por cierto, ¿vosotros os reís cuando planeáis dar un golpe maestro? Yo más bien me quedo con cara de vaca mirando a un punto fijo.  Pero ¡ojo!, si sois de esos de risa floja, no planeéis un compló-pa-revolver en la piscina: si os da un ataque de risa, el efecto inmediato, en mi caso, es el de tener unos pesos de 30 kg atados a los tobillos. Yo ya me he visto haciendo el muerto para no morirme de risa, literalmente.

Los caminos del cine de terror no es que sean inescrutables precisamente, pero son muy entretenidos. Por eso, os animo y reanimo a que os adentréis en esta cómica y terrorífica película que encierra lo mejorcito que el cine de terror tiene que ofrecer.




domingo, 9 de septiembre de 2012

Thirst (2009)

Título original: Bakjwi
Director: Park Chan-wook

Park Chan-wook es posiblemente uno de los directores más retorcidos del universo, pero en plan bien, no como Von Trier. Si veo una película de Von Trier me pongo amarilla y me dan ganas de vomitar. Como con la marihuana, pero al menos con esta además me dan ataques de risa. Chan-wook en cambio, es como el sol de invierno en la cara:  agradable, bienvenido y tan perfecto que te hace olvidar todo lo demás. Gracias a él tenemos la maravillosa y cruelísima Oldboy, en la que nos invita a bajar con él un peldaño más en la escalera de la depravación más absoluta. Creo que es la película que más con la boca abierta me ha dejado.

Y viniendo del director de tal monstruosidad, solo podía estar en buena predisposición cuando le di al play para ver Thirst. Y la vi. Y ahora toca confesarse. En el momento de elogiar una película que me gusta me dejo llevar por el entusiasmo y la emoción del momento y no me acuerdo de ninguna otra película que me haya gustado antes. Es la versión mental de la visión en túnel. Me está pasando ahora con la inefable Thirst. Solo me apetece decir que Chan-wook es...¡el puto amo!

Las historias de vampiros tienen, ya sabemos, una larga trayectoria en el cine, y aunque la tendencia general actual es la de filmar culebrones en los que los vampiros son una excusa, sigue habiendo, menos mal, historias de vampiros, como Déjame entrar (2008) o Thirst que destacan entre esa marea de príapos hipermusculados y voluptuosas hembras insaciables que quedarían mejor en alguna revista de moda o algo más escabroso.  Cada vez que veo a un vampiro de True Blood, por ejemplo, mi atención divaga hasta perderse, y no precisamente porque me distraigan los músculos de los he-man que tienen de actores: de tan rematadamente repeinados, maquillados y disfrazados que van no puedo sino imaginármelos en una silla frente a un espejo rodeado de bombillas, mientras un ejército de estilistas los preparan para dejarlos como monas y que salgan a escena a poner caras de preocupación y decir dos frases de mierda con voces distorsionadas, antes de volver corriendo al gimnasio. Y bueno, aún así, veo True Blood igual. Ni siquiera eso puede con mi infatigable ansia de superación personal en lo que a ver mierda se refiere.

Pero no solo de comida basura vive el fan del terror. En Thirst, gracias a dios, no hay rastro de tontería y glamour ridículo que envuelve a los vampiros modernos, y lo que sí hay es crudeza y unos magníficos actores.  Song Kang-ho borda su papel de cura católico y la joven Kim Ok-bin da miedo, no solo por el papel que hace, sino por lo bien que lo hace. Por momentos la película tiene tanta humanidad y humor como una de Fellini. He visto Thirst con mucha atención y gracias a su hipnótica fotografía, con nula voluntad de criticarla negativamente. Si acaso lo único que podría decir en este sentido es que se me hizo algo lenta durante los primeros 20 minutos. Pero, con la nebulosa que proporciona la retrospectiva, por no hablar ya de mi selectiva memoria de pez, pues tal lentitud no me parece ahora que sea para tanto. 

Vedla con amor, que Thirst se lo merece. 


lunes, 13 de agosto de 2012

Rubber (2010)

Director: Quentin Dupieux

Mis queridos lectores: el verano es indudablemente tiempo de playa, de comida y bebida. Esas tres razones son responsables en un 50% de mi demora entre el anterior post y este. El 50% restante se debe a todo lo que comí, bebí y fui a la playa. En esta tierra gallega, el sol es tan bienvenido como Mr. Marshall, pero al igual que él, así como llega, se va; por ello me propuse esperar a que se asentaran por fin un poco las nubes para volver a haceros pasar un incómodo rato frente al ordenador leyendo mi verborrea.

Y como estamos en agosto, qué mejor que ver una película de terror ligero, terror de verano. Al igual que no se me ocurriría llevar En busca del tiempo perdido a la playa para leer mientras como un ladrillo de tortilla de la tartera, me dije, no se me ocurrirá ver ahora una película de terror sesuda, reflexiva, densa, como....eeeehhhh...mmmm. Ejem.

El caso: hay nubes en el cielo y tengo 36 años. Como podéis entender, avezados lectores, la situación no es favorable para Rubber. La película trata de Robert, un asesino múltiple que no es humano, ni extraterrestre, ni zombie, ni vampiro....es...un neumático. Sólo por eso, pensé, se merece un rato de atención. Y tenía razón, pero si por "rato" entendemos un período de 15 minutos, que es lo que duran las escenas interesantes/cómicas/gore de esta película. El resto, es paisaje. Y un paisaje bastante árido, por cierto. 

El hecho de que Rubber parta de una absurda premisa me parece fantástico, pero la absurdidad da paso al tedio con momentos de subidón ocasionales. Lo extraño provoca mucha curiosidad, lo que es indudablemente bueno, pero enseguida te descubres repasando mentalmente la lista de la compra o pensando en las ganas tienes de tomarte una caña en el bar de abajo. En el otro lado de la balanza, tenemos una buena cinematografía y a un simpático Stephen Spinella en su papel de sheriff guasón, que parece sacado de Muchachada Nui.

En el principio de la película Spinella nos prepara para lo que vamos a ver, diciendo que las cosas no tienen por qué tener una razón. Que E.T es marrón, porque sí. Pero no me parece una preparación muy creíble ni desde luego rompedora. Todos sabemos que E.T es marrón porque no es de ningún otro color. Entonces, ¿por qué he visto yo esta película, y por qué me está costando escribir algo medianamente coherente sobre ella? A la primera pregunta me es fácil responder: es raro que haya una película remotamente terrorífica que no sea capaz de tragarme entera. Yo soy así. A la pregunta sobre el porqué de lo difícil de escribir sobre ella, creo que es porque, independientemente de mi capacidad o no para conceptualizar (¡toma palabro!) creo que esta película está hecha para que se hable de ella, no para ser vista. Rubber: no eres una película honrada. Te han hecho para exhibirte y para dar que hablar, no para que te veamos. Me gusta ver películas sin tapujos, buenas o malas, pero que se dejan ver a calzón sacado. Lo que pasa es que Rubber tiene aspiraciones a algo que no sé identificar. No sé si aspira a ser un chiste, una crítica a la industria cinematográfica, un homenaje al voyeurismo, una tomadura de pelo, o qué. 

Bueno, en resumen, cine de terror, querido cine de terror, seré franca contigo: me gustas como eres. No te des ínfulas de cine artístico con películas como esta. Te quiero como eres, no cambies. Eres primario, básico, simple y universal. Eres como una cervecita en un verano gallego, entre nubarrón y rayo de sol. Sigue así y nunca te reprocharé nada. 

Aquí os dejo el tráiler, que reúne creo que casi todas las escenas que valen la pena de la película. Ah por cierto: alguien, no sé quién, se merece ser abofeteado por osarse a tildar al director de visionario. 


jueves, 19 de julio de 2012

Los niños más terroríficos del cine

Después del cine de terror, los niños son, a mi parecer, lo mejor de la existencia. Lógicamente, pues, podemos deducir que no hay nada mejor que películas de terror con niños. Es un silogismo infalible, cae de cajón. Las películas de terror con niños son como un bocata de perfección entre perfección y perfección.

Hace ya unos cuantos años, en Marruecos, durante la fiesta del cordero, crucé la mirada con una niña de unos 7 u 8 años y ésta se pasó el dedo índice de un lado al otro del cuello, mirándome y sonriendo. Luego siguió haciendo un ovillo con unas tripas de cordero. No sé si me hice algo encima, pero por añadir un poco de dramatismo, me gusta pensar que sí. Y es que los niños, esas maravillosas criaturas inocentes y que derrochan espontaneidad, escatología e instintos primarios, pueden convertirse en seres capaces de hacer suplicar clemencia al mismísimo Chuck Norris. Y estoy hablando de la vida real, no de las películas. El terror psicológico es su fuerte, gracias a su insistencia y paciencia caninas. Al más puro estilo de Stalin, nunca se cansarán de hacerte preguntas hasta que des con una respuesta que los satisfaga, tarea ardua donde las haya. O hasta que vean pasar una gaviota.

Pero bueno, basta ya. Hablemos de cine, cuyo fin último es el de proporcionarnos esa maravillosa sensación de evasión de nuestras tristes vidas. Y en esta entrada haré una lista con los niños más terroríficos del cine. Como veréis, Stephen King canta, si no bingo, al menos línea. Cuatro elementos de esta lista han salido de su cabeza. Ya sé, lo de las listas es limitante e injusto, y siempre se queda alguno fuera, pero no tengo miedo de nada: prueba de ello es que no vacilo al probar la masa del bizcocho cruda y ni siquiera me alejo del microondas cuando caliento la leche. Y para más inri, pues voy a dejarme abrazar completamente por el cliché, y la lista va a ser de diez puntos.

Con los niños en las películas de terror, acaba surgiendo una cuestión: matarlos o no, que es bastante tabú, claro, pero cuando conoces a los bichos de cerca, no queda otro remedio. Estos niños no se quedarían tranquilos jugando con cochecitos o viendo Pocoyó: son peligrosos, malignos, y van a por ti.

(Aviso a navegantes: a partir de aquí hay spoilers. No es mi estilo, yo soy más de mantener el misterio, pero siempre hay una primera vez)


10. Todos los niños de ¿Quien puede matar a un niño? (1976)
No sólo los niños ingleses o estadounidenses pueden ser unos cabronazos. En España no andamos cortos de monstruitos. Todo el sufrimiento que los adultos han causado a los niños a lo largo de la historia no quedará impune mientras los niños de la isla estén vivos o por nacer. 

Cabroncete acechando.

9. Todos los niños de El Pueblo de los malditos (1960)
¿Cómo es que de repente todas las mujeres se han quedado embarazadas de no se sabe quién? Al cabo de 9 meses, una horda de niños rubio platino con ojos de Selene y gesto hierático están controlando a los adultos. 

Mírame a los ojos, pero a los ojos, no alrededor de los ojos.


8. Regan MacNeil, la niña de El Exorcista (1973)
La niña que gira la cabeza como una lechuza, se masturba con un crucifijo y habla con voces de muertos asusta, escandaliza y espanta de lo lindo. Un clásico y un portento del maquillaje.

Huy, ¿es para mí? Jo, gracias.


7. Samara Morgan, de The Ring (2002)
Que si es mejor la original, que si no. Estamos aquí para hablar de ella, la de la melena negra, que deja un rastro de agua sucia. El momento en que la niña sale de la televisión es terrorífico, pero además tiene estilo. Se te saltan las lágrimas, de miedo, claro. 

O me haces unas coletas o te pongo una cinta de vídeo.

6. Rhoda Penmark, de La Mala Semilla (1956)
No hay que ser un fantasma ni estar poseído por el demonio para ser absolutamente escalofriante. Una simple niña con trencitas hará que te cagues por la pata abajo. Qué mejor que una pequeña manipuladora y psicótica capaz de ponerte los pelos de punta.


Que se me cae la cabeza, que se me cae.

5. Danny Glick, de Salem's Lot (1979)
Este niño vampiro que flota en el aire al otro lado de la ventana, envuelto en una nube de humo, pidiéndole a su hermano que abra la ventana, hará que tengas unas bonitas pesadillas. Esta entrada va en honor a mi hermano, que sé que le gustó esta escena. 

Jose, ábrenos, que somos nosotras.


4. Isaac y Malachai, de Los Chicos del Maíz (1984)
El primero es un niño bajito, ojeroso,  reviejo y  cabronazo, que habla como un predicador tarado, y el segundo, su siniestra mano derecha, un pelirrojo de boca grande. Son como unos demoníacos Zipi y Zape. Si eres adulto, tienes que morir.

A ver qué cara tendrías tú si tuvieras a este relinchando a tu lado.

3. Las hermanas Grady, de El Resplandor (1980)
Las gemelas de frente amplia y vestidito azul quieren jugar con Danny, que a su vez también da un poco de miedo. Aparecen de repente y susurran una frase que empieza bien y acaba con un adverbio que convierte su propuesta en algo de lo que es mejor salir por patas.


Pues tú tampoco eres tan guapo.

2. Gage Creed, de Cementerio Viviente (1989)
Un niñito precioso de 2 años muere de forma terrible, y tras una estancia en el pet sematary, vuelve a la vida repeinado, arrugando la nariz y con una destreza sorprendente con un escalpelo. Inolvidable. Da penita.

¿Por qué esa cara tan larga?

1. Damien Thorn, de La Profecía (1976)
Este niño demoníaco es el más ruin de todos. ¿Pero cómo puede ser que un ser tan inocente y lindo sea el Anticristo? Ah, ahí le has dao. La banda sonora de Jerry Goldsmith nos empujaría a ver al mismísimo diablo hasta en una mariposita.

¡Estoy loco por volver a casa!


Queridos amigos, para terminar, me gustaría que comentáseis por aquí qué niños os han dado miedo, pero sin contar vuestros hijos y sobrinos: sé que como a mí, os gustan los desafíos. ¡Saludos!









viernes, 13 de julio de 2012

Viernes 13 (1980)


Título original: Friday the 13th
Director: Sean S. Cunningham

Como hoy es viernes 13, pues qué mejor que hablar de esa legendaria película que habla de un psicópata asesino, Halloween. Bueno, mejor Halloween lo dejaré para el Samaín, como se le llama ahora, y me centraré en Viernes 13, of course.  Si estáis un poco confusos, quiero que sepáis que yo también lo estuve durante mucho tiempo. Y es que Halloween y Viernes 13 se fusionaron en mis recuerdos y ya no recordaba si recordaba a Jason Voorhees o Michael Myers. 

Si hubiese sido más previsora tendría esta entrada hecha desde hace unos días y sólo tendría que darle al botoncito de Publicar. Ya sabéis, como hacen con el pan ahora, que no está recién hecho, sino recién cocido, es decir, congelado en alguna cámara frigorífica 3 meses, pero recién metidito en el horno. Pero no es lo mismo: nada como un post recién regurgitado.

Por otro lado, un aspecto positivo de no preparar las cosas con antelación es todo el tiempo que te ahorras en preparativos: ¿o de dónde os creéis que habría sacado tiempo para cosas de verdad útiles como compartir compulsivamente en facebook alguna de las 68.987 frases que dijo Gandhi? Pero bueno, no quería escribir sobre Viernes 13 con el recuerdo distante que tenía de ella, más que nada porque no quería hacerle un feo a la memoria de Leatherface. Espera...ese era de otra peli...bueno, el caso, he hecho un esfuerzo hercúleo y me he quedado de guardia para ver Viernes 13 y regalaros la entrada de hoy. Yo soy así. 

Y Viernes 13 empieza con un niño que se ahoga en un camping porque sus desenfrenados monitores tuvieron que atender una llamada de su hormonada naturaleza. Ellos aparecieron asesinados un año después, y pasado un tiempo, se quiere reabrir el cámping. A partir de ahí se arma la gorda a la vieja usanza. Viernes 13, de hecho, nació al rebufo de Halloween (1978), pionera en ponerle una máscara a un trallado empeñado en cargarse adolescentes con ganas de fiesta. Halloween sin embargo es mejor película: no hay en Viernes 13 una escena tan hipnotizadora como la que da comienzo a Halloween. Ya sabéis, chicos, si os quedáis en casa jugando al minecraft en vez de andar fornicando y bebiendo por ahí no os pasan estas cosas. Sabiduría americana a su alcance. 

En Viernes 13 hay buenos sustos, adolescentes gritonas, muertos que aparecen en la escena así como si los lanzasen, y guiños a Hitchcock en la banda sonora. Está bien ambientada, con exteriores casi bucólicos. Salvo Betsy Palmer, que está muy lograda, no sé si actúan bien porque los matan muy pronto, y de todos ellos Kevin Bacon debe ser el único que tras la película tuvo una carrera decente.  Las muertes se van produciendo desde el punto de vista del asesino, con los adolescentes escapando de la cámara y finalmente suplicándole (lo mismo que antes ya hizo Carpenter en Halloween). La película vale la pena aunque solo sea por una escena, tirando casi casi al final de la película.  Ahora, 32 años después de su estreno, y con un montón de secuelas vomitivas, Viernes 13 parece hasta un poco inocente, cutre y absurda: pero por eso nos gusta. Un clásico. Os pongo un tráiler con el que además podéis practicar los números en inglés. ¡Feliz viernes 13!


viernes, 6 de julio de 2012

Santa Sangre (1989)

Director: Alejandro Jodorowsky



Los circos son un escenario muy sugerente para la literatura y el cine, y se han llevado en muchas ocasiones la risa, el llanto, el terror y la tragedia a estos escenarios ambulantes. Están, por poner unos pocos ejemplos, Una Tarde en el Circo, La Strada, El Hombre Elefante y La Parada de los Monstruos—de esta última recuerdo la curiosidad mezclada con espanto que me produjeron sus pinheads. Hay personajes de circo inolvidables, como Mr. Dark,  el mago maléfico de El Carnaval de las Tinieblas,  película de la que ya he hablado en este blog, o el monstruoso payaso Pennywise de It.  

Y el circo es el escenario de Santa Sangre, cuyo protagonista es Fénix, interpretado en su etapa infantil por Adan Jodorowski y por su hermano Axel en su etapa adulta. Fénix es hijo de dos artistas de circo, y durante su niñez vive un terrible suceso, al que intenta encontrar respuestas durante su vida adulta. Está producida por Claudio Argento, productor de grandes películas de su hermano Darío, como las inolvidables Suspiria y Tenebre y la bochornosa Giallo. Visualmente me gusta, es muy artística y llamativa, con una estética que es ciertamente la del género giallo. También tiene mucho peso su banda sonora:  suenan mariachis, mambo y, como no, calíopes —si os ha ocurrido como a mí, ya sabíais de sobra cómo suena un calíope mucho antes de saber qué coño es eso. 

No creo que la intención del director fuese hacer una película de terror, sino de obsesión, amor e inocencia perdida. Y estos son temas que Jodorowsky retrata con una solemnidad que a mí no me funciona. La película tiene cosas buenas, escenas memorables como la despedida que hacen a un elefante. Pero no llega. Es que jo, Jodorowsky, a Santa Sangre le falta mojo, como decía Austin Powers. Mojo en forma de ritmo narrativo, autenticidad, vida, y un argumento no tan predecible. Eso, y le sobra una buena media hora de delirio.  Desde mi ancestral trono de sabiduría y trascendentalidad (¿se dice así?), también conocido como "sillón frente a la tele", me parece un poco pretenciosa. 

He visto Santa Sangre dos veces, la segunda vez para convencerme de que la primera no me había gustado. Quería sacarle defectos. La primera vez me resultó atractiva pero un poco irritante y falsa, y me dejó con ganas de incordiar...no sé, no me pasa con muchas películas. Me pareció a ratos interesante pero me cayó un poco gorda. A lo mejor el problema lo tengo yo. Pero nunca le haría eso a una película a todas luces transparente y honrada como Tu madre se ha comido a mi perro, que cuando reveo, me parece cada vez más grandiosa. Santa Sangre es rarita, pero no solo sobre eso y una buena banda sonora se construye una película.  Presenta una simbología muy obvia y hasta algo de realismo mágico, y un problema gordo que tiene es que gran parte de la película está hecha a través de los ojos de un niño, mostrando personajes vulgares, barrocos, algo asquerositos, y eso es más bien patrimonio de Fellini. Porque Fellini sabe hacerlo con gracia, y Jodorowski, no quiere o no puede meter esa parte cómica que tan inolvidable hace el cine del italiano. Y ya puestos a comparar, pues es inevitable comparar a Santa Sangre con Psicosis.  Por eso, amigos, no creáis que todas las horas que paso viendo películas son horas perdidas. Después de ver Santa Sangre, he aprendido algo que seguramente me será muy útil en algún momento de otra vida: si algún día hago una película, haré todo lo posible por no intentar emular a Fellini o a Hitchcock, porque querría implosionar y desintegrarme por mi atrevimiento. Bueno, a no ser que mi intención inicial sea precisamente cubrirme de ya sabéis qué, y no hablo de gloria, precisamente. 

Os dejo la escena que más me ha gustado de la película: la despedida al elefante.  ¡Hasta pronto, amigos!