Título original: Bakjwi
Director: Park Chan-wook
Park Chan-wook es posiblemente uno de los directores más retorcidos del universo, pero en plan bien, no como Von Trier. Si veo una película de Von Trier me pongo amarilla y me dan ganas de vomitar. Como con la marihuana, pero al menos con esta además me dan ataques de risa. Chan-wook en cambio, es como el sol de invierno en la cara: agradable, bienvenido y tan perfecto que te hace olvidar todo lo demás. Gracias a él tenemos la maravillosa y cruelísima Oldboy, en la que nos invita a bajar con él un peldaño más en la escalera de la depravación más absoluta. Creo que es la película que más con la boca abierta me ha dejado.
Y viniendo del director de tal monstruosidad, solo podía estar en buena predisposición cuando le di al play para ver Thirst. Y la vi. Y ahora toca confesarse. En el momento de elogiar una película que me gusta me dejo llevar por el entusiasmo y la emoción del momento y no me acuerdo de ninguna otra película que me haya gustado antes. Es la versión mental de la visión en túnel. Me está pasando ahora con la inefable Thirst. Solo me apetece decir que Chan-wook es...¡el puto amo!
Las historias de vampiros tienen, ya sabemos, una larga trayectoria en el cine, y aunque la tendencia general actual es la de filmar culebrones en los que los vampiros son una excusa, sigue habiendo, menos mal, historias de vampiros, como Déjame entrar (2008) o Thirst que destacan entre esa marea de príapos hipermusculados y voluptuosas hembras insaciables que quedarían mejor en alguna revista de moda o algo más escabroso. Cada vez que veo a un vampiro de True Blood, por ejemplo, mi atención divaga hasta perderse, y no precisamente porque me distraigan los músculos de los he-man que tienen de actores: de tan rematadamente repeinados, maquillados y disfrazados que van no puedo sino imaginármelos en una silla frente a un espejo rodeado de bombillas, mientras un ejército de estilistas los preparan para dejarlos como monas y que salgan a escena a poner caras de preocupación y decir dos frases de mierda con voces distorsionadas, antes de volver corriendo al gimnasio. Y bueno, aún así, veo True Blood igual. Ni siquiera eso puede con mi infatigable ansia de superación personal en lo que a ver mierda se refiere.
Pero no solo de comida basura vive el fan del terror. En Thirst, gracias a dios, no hay rastro de tontería y glamour ridículo que envuelve a los vampiros modernos, y lo que sí hay es crudeza y unos magníficos actores. Song Kang-ho borda su papel de cura católico y la joven Kim Ok-bin da miedo, no solo por el papel que hace, sino por lo bien que lo hace. Por momentos la película tiene tanta humanidad y humor como una de Fellini. He visto Thirst con mucha atención y gracias a su hipnótica fotografía, con nula voluntad de criticarla negativamente. Si acaso lo único que podría decir en este sentido es que se me hizo algo lenta durante los primeros 20 minutos. Pero, con la nebulosa que proporciona la retrospectiva, por no hablar ya de mi selectiva memoria de pez, pues tal lentitud no me parece ahora que sea para tanto.
Vedla con amor, que Thirst se lo merece.
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