Los circos son un escenario muy sugerente para la literatura y el cine, y se han llevado en muchas ocasiones la risa, el llanto, el terror y la tragedia a estos escenarios ambulantes. Están, por poner unos pocos ejemplos, Una Tarde en el Circo, La Strada, El Hombre Elefante y La Parada de los Monstruos—de esta última recuerdo la curiosidad mezclada con espanto que me produjeron sus pinheads. Hay personajes de circo inolvidables, como Mr. Dark, el mago maléfico de El Carnaval de las Tinieblas, película de la que ya he hablado en este blog, o el monstruoso payaso Pennywise de It.
Y el circo es el escenario de Santa Sangre, cuyo protagonista es Fénix, interpretado en su etapa infantil por Adan Jodorowski y por su hermano Axel en su etapa adulta. Fénix es hijo de dos artistas de circo, y durante su niñez vive un terrible suceso, al que intenta encontrar respuestas durante su vida adulta. Está producida por Claudio Argento, productor de grandes películas de su hermano Darío, como las inolvidables Suspiria y Tenebre y la bochornosa Giallo. Visualmente me gusta, es muy artística y llamativa, con una estética que es ciertamente la del género giallo. También tiene mucho peso su banda sonora: suenan mariachis, mambo y, como no, calíopes —si os ha ocurrido como a mí, ya sabíais de sobra cómo suena un calíope mucho antes de saber qué coño es eso.
No creo que la intención del director fuese hacer una película de terror, sino de obsesión, amor e inocencia perdida. Y estos son temas que Jodorowsky retrata con una solemnidad que a mí no me funciona. La película tiene cosas buenas, escenas memorables como la despedida que hacen a un elefante. Pero no llega. Es que jo, Jodorowsky, a Santa Sangre le falta mojo, como decía Austin Powers. Mojo en forma de ritmo narrativo, autenticidad, vida, y un argumento no tan predecible. Eso, y le sobra una buena media hora de delirio. Desde mi ancestral trono de sabiduría y trascendentalidad (¿se dice así?), también conocido como "sillón frente a la tele", me parece un poco pretenciosa.
He visto Santa Sangre dos veces, la segunda vez para convencerme de que la primera no me había gustado. Quería sacarle defectos. La primera vez me resultó atractiva pero un poco irritante y falsa, y me dejó con ganas de incordiar...no sé, no me pasa con muchas películas. Me pareció a ratos interesante pero me cayó un poco gorda. A lo mejor el problema lo tengo yo. Pero nunca le haría eso a una película a todas luces transparente y honrada como Tu madre se ha comido a mi perro, que cuando reveo, me parece cada vez más grandiosa. Santa Sangre es rarita, pero no solo sobre eso y una buena banda sonora se construye una película. Presenta una simbología muy obvia y hasta algo de realismo mágico, y un problema gordo que tiene es que gran parte de la película está hecha a través de los ojos de un niño, mostrando personajes vulgares, barrocos, algo asquerositos, y eso es más bien patrimonio de Fellini. Porque Fellini sabe hacerlo con gracia, y Jodorowski, no quiere o no puede meter esa parte cómica que tan inolvidable hace el cine del italiano. Y ya puestos a comparar, pues es inevitable comparar a Santa Sangre con Psicosis. Por eso, amigos, no creáis que todas las horas que paso viendo películas son horas perdidas. Después de ver Santa Sangre, he aprendido algo que seguramente me será muy útil en algún momento de otra vida: si algún día hago una película, haré todo lo posible por no intentar emular a Fellini o a Hitchcock, porque querría implosionar y desintegrarme por mi atrevimiento. Bueno, a no ser que mi intención inicial sea precisamente cubrirme de ya sabéis qué, y no hablo de gloria, precisamente.
Os dejo la escena que más me ha gustado de la película: la despedida al elefante. ¡Hasta pronto, amigos!
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