domingo, 3 de junio de 2012

Tetsuo, el hombre de hierro (1988)

Título original:  Tetsuo
Director: Shinya Tsukamoto


Esta película es grotesca, aberrante y monstruosa. El director se propuso filmar una pesadilla y lo consiguió, con creces.  Es de las películas más perturbadoras que he visto, con ese ambiente enfermizo que tan bien se le da a los directores japoneses: toda la película duele, repugna y da repelús. Perfecta para disfrutar en familia, si, como en mi casa, después de cenar os gusta disfrutar juntos de una buena dosis de demencia audiovisual. 

Tetsuo trata de un iron man, pero no de ese anabolizado y americano superhéroe, sino de un japonés que por una cosa y otra acaba sufriendo una espantosa metamorfosis. Gregor Samsa por lo menos se convertía en un bicho, pero aquí lo que pasa es que se va convirtiendo en un híbrido hombre-hierro. Y claro, un hombre de hierro, si es hombre y es de hierro, tiene una p* de hierro que además taladra la mesa. Un verdadero desmadre a la japonesa.

Creo que cada escena de la película se merecería un párrafo en un blog serio. A mí no me gusta contar mucho del argumento de las películas porque no quiero chafárselas a nadie. Por describir sólo una escena, diré que, cenando, él le mete a ella la comida en la boca y el erotismo que, pese a todo, logra asomar el piececito, se queda ahogado cuando al rozar el tenedor los dientes de ella, hay un chirrido metálico de esos que te dan ganas de saltar por la ventana, o bueno, de taparte los oídos. Como si Cronenberg dirigiese 9 semanas y media.

El ambiente es industrial-metalero-underground elevado a su máxima expresión. Hay mucho stop-motion para dar rienda suelta al surrealismo del director, y la banda sonora, crispante a más no poder, es de Chu Isikawa, e incluye disparos, cristales rompiéndose, frenazos, explosiones, golpes, ruido blanco, arcadas y música sintetizada.  Os animo a que vayáis a su web y probéis los instrumentos que usa, y me digáis si es muy distinto al ruido de vaciar el lavavajillas. 

Se agradece que Tetsuo sea en blanco y negro, porque la verdad es que si tuviese que ver todo esto en color probablemente echase la raba en el sofá; aunque también es cierto que si quizá en color ganase realismo, también perdiese ese acabado metálico que le aporta el blanco y negro y que tan bien le va.

El caso: me gustó, me impresionó, y me produjo rechazo (lo que es bueno).  Es corta pero cunde. Definitivamente recomendable, así que agarrad las palomitas y, por si acaso, una bolsa de papel, y dejad que vuestros ojos y oídos disfruten del show. Os dejo aquí una emotiva escena de la película. ¡Chau, lectores!




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