Título original: The Shining
Director: Stanley Kubrick
Como no podía ser de otra manera, soy muy fan de Stephen King y creo que me he leído y releído todo lo que ha publicado. Y precisamente él es la causa por la que he tardado bastante tiempo en actualizar el blog: he estado enganchada al último libro, 11.22.63, que hace referencia a la fecha (en formato americano) del asesinato de Kennedy. Quería terminarlo antes de que publique su siguiente novela, Joyland, que está al caer. Se me acumula el chollo, pero lo he terminado, y como siempre que termino de leer un libro suyo, me he quedado con una especie de vacío existencial que no sé cómo llenar, si con una buena tanda de películas de serie B o con una buena tanda de películas de serie B.
Ya que los últimos días he estado entretenida gracias a Stephen King, pues voy a hablar de la adaptación de un libro suyo que hizo Stanley Kubrick: El Resplandor, película que descubrí más o menos al mismo tiempo que El Exorcista e Inseparables (Cronenberg). Esas tres películas ocupan un lugar muy especial en mi prontuario terrorífico-sentimental, junto con otras trescientas o así.
El Resplandor narra la historia de Jack Torrance, un escritor de éxito, y su familia, que deciden pasar el invierno en un hotel en las montañas para que Jack pueda trabajar en su próximo libro. Pero lo que parecía un entorno ideal va conviertiéndose en un infierno. Jack va siendo engullido poco a poco por la locura, aparentemente provocada por algo sobrenatural y maligno que habita en el hotel y que su hijo tiene la capacidad de percibir. No quisiera contar mucho más del argumento y estropear esta obra maestra porque algún desdichado que debe de vivir en otro mundo no la habrá visto aún.
A King no le gustó la adaptación que Kubrick hizo de su libro. En mi caso, primero vi la película, y luego leí el libro, y sí, la verdad es que Kubrick hizo lo que le dio la gana, y lo hizo tan bien que lamentablemente desmerece el libro. El Resplandor tiene esa cualidad de ser la más guapa del baile, que hace también que deje a la práctica totalidad de películas de terror un poco avergonzadas–imagínate intentar arreglarte delante de un espejo teniendo a la Schiffer detrás, mirándote con una sensual sonrisilla. No hay manera.
La primera vez que vi El Resplandor fue la versión doblada al español, en la que Verónica Forqué daba voz a Shelley Duvall. La Forqué, sí, esa cuyo tono de voz espanta a los gatos. Creo que la adaptación al español de esta película es, junto con los after eights, de lo más abominable y hediondo que ha existido jamás. Por ello, en este caso particular es si cabe aún más vital verla en su idioma original.
La película es innovadora porque no utiliza la cinematografía clásica del cine de terror–como ambientes oscuros y escenas rápidas–sino que se recrea en tomas largas y muy iluminadas, reflejando así la inmensidad del hotel y transmitiendo muy efectivamente la pavorosa sensación de aislamiento que sufren sus protagonistas. Las escenas del triciclo de Danny por los pasillos del hotel, acompañadas del ruido de madera-ruido de moqueta-ruido de madera, son algo así como el Rolls-Royce del cine de terror. La música de Béla Bartok remata la tarea haciendo esa atmósfera aún más asfixiante y perversa. Hay escenas que probablemente sean insuperables por lo que provocan en el espectador: de eso trata el cine, de crear sensaciones, y por eso nos gusta El Resplandor. Bueno, por eso me gusta a mí, que soy alguien que a veces se decanta por el plural mayestático.
Jack Nicholson está inmenso, inconmensurable, grandioso, monstruoso y bestial. Shelley Duvall está muy bien en su papel de víctima perpleja y Danny por momentos mete aún más miedo que su padre. Scatman Crothers, en su papel de chef con poderes telepáticos, es entrañable. Hay otros personajes y escenas con una ambientación que por su extrañeza recuerdan a algunas escenas del interior de las naves en 2001.
Hace un tiempo, cuando me fui de un trabajo los compañeros me dieron a modo de despedida una foto con la famosa imagen de Jack Nicholson asomando su cara de enajenado por la puerta que acaba de reventar a hachazos y, amigos, quiero que sepáis que sigue ocupando un lugar importante en mi casa. Y bueno, para terminar, aquí os dejo una de mis escenas favoritas para vuestro goce y disfrute, que no todo va a ser currar, como dice insistentemente Jack: All work and no play makes Jack a dull boy.
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