jueves, 19 de julio de 2012

Los niños más terroríficos del cine

Después del cine de terror, los niños son, a mi parecer, lo mejor de la existencia. Lógicamente, pues, podemos deducir que no hay nada mejor que películas de terror con niños. Es un silogismo infalible, cae de cajón. Las películas de terror con niños son como un bocata de perfección entre perfección y perfección.

Hace ya unos cuantos años, en Marruecos, durante la fiesta del cordero, crucé la mirada con una niña de unos 7 u 8 años y ésta se pasó el dedo índice de un lado al otro del cuello, mirándome y sonriendo. Luego siguió haciendo un ovillo con unas tripas de cordero. No sé si me hice algo encima, pero por añadir un poco de dramatismo, me gusta pensar que sí. Y es que los niños, esas maravillosas criaturas inocentes y que derrochan espontaneidad, escatología e instintos primarios, pueden convertirse en seres capaces de hacer suplicar clemencia al mismísimo Chuck Norris. Y estoy hablando de la vida real, no de las películas. El terror psicológico es su fuerte, gracias a su insistencia y paciencia caninas. Al más puro estilo de Stalin, nunca se cansarán de hacerte preguntas hasta que des con una respuesta que los satisfaga, tarea ardua donde las haya. O hasta que vean pasar una gaviota.

Pero bueno, basta ya. Hablemos de cine, cuyo fin último es el de proporcionarnos esa maravillosa sensación de evasión de nuestras tristes vidas. Y en esta entrada haré una lista con los niños más terroríficos del cine. Como veréis, Stephen King canta, si no bingo, al menos línea. Cuatro elementos de esta lista han salido de su cabeza. Ya sé, lo de las listas es limitante e injusto, y siempre se queda alguno fuera, pero no tengo miedo de nada: prueba de ello es que no vacilo al probar la masa del bizcocho cruda y ni siquiera me alejo del microondas cuando caliento la leche. Y para más inri, pues voy a dejarme abrazar completamente por el cliché, y la lista va a ser de diez puntos.

Con los niños en las películas de terror, acaba surgiendo una cuestión: matarlos o no, que es bastante tabú, claro, pero cuando conoces a los bichos de cerca, no queda otro remedio. Estos niños no se quedarían tranquilos jugando con cochecitos o viendo Pocoyó: son peligrosos, malignos, y van a por ti.

(Aviso a navegantes: a partir de aquí hay spoilers. No es mi estilo, yo soy más de mantener el misterio, pero siempre hay una primera vez)


10. Todos los niños de ¿Quien puede matar a un niño? (1976)
No sólo los niños ingleses o estadounidenses pueden ser unos cabronazos. En España no andamos cortos de monstruitos. Todo el sufrimiento que los adultos han causado a los niños a lo largo de la historia no quedará impune mientras los niños de la isla estén vivos o por nacer. 

Cabroncete acechando.

9. Todos los niños de El Pueblo de los malditos (1960)
¿Cómo es que de repente todas las mujeres se han quedado embarazadas de no se sabe quién? Al cabo de 9 meses, una horda de niños rubio platino con ojos de Selene y gesto hierático están controlando a los adultos. 

Mírame a los ojos, pero a los ojos, no alrededor de los ojos.


8. Regan MacNeil, la niña de El Exorcista (1973)
La niña que gira la cabeza como una lechuza, se masturba con un crucifijo y habla con voces de muertos asusta, escandaliza y espanta de lo lindo. Un clásico y un portento del maquillaje.

Huy, ¿es para mí? Jo, gracias.


7. Samara Morgan, de The Ring (2002)
Que si es mejor la original, que si no. Estamos aquí para hablar de ella, la de la melena negra, que deja un rastro de agua sucia. El momento en que la niña sale de la televisión es terrorífico, pero además tiene estilo. Se te saltan las lágrimas, de miedo, claro. 

O me haces unas coletas o te pongo una cinta de vídeo.

6. Rhoda Penmark, de La Mala Semilla (1956)
No hay que ser un fantasma ni estar poseído por el demonio para ser absolutamente escalofriante. Una simple niña con trencitas hará que te cagues por la pata abajo. Qué mejor que una pequeña manipuladora y psicótica capaz de ponerte los pelos de punta.


Que se me cae la cabeza, que se me cae.

5. Danny Glick, de Salem's Lot (1979)
Este niño vampiro que flota en el aire al otro lado de la ventana, envuelto en una nube de humo, pidiéndole a su hermano que abra la ventana, hará que tengas unas bonitas pesadillas. Esta entrada va en honor a mi hermano, que sé que le gustó esta escena. 

Jose, ábrenos, que somos nosotras.


4. Isaac y Malachai, de Los Chicos del Maíz (1984)
El primero es un niño bajito, ojeroso,  reviejo y  cabronazo, que habla como un predicador tarado, y el segundo, su siniestra mano derecha, un pelirrojo de boca grande. Son como unos demoníacos Zipi y Zape. Si eres adulto, tienes que morir.

A ver qué cara tendrías tú si tuvieras a este relinchando a tu lado.

3. Las hermanas Grady, de El Resplandor (1980)
Las gemelas de frente amplia y vestidito azul quieren jugar con Danny, que a su vez también da un poco de miedo. Aparecen de repente y susurran una frase que empieza bien y acaba con un adverbio que convierte su propuesta en algo de lo que es mejor salir por patas.


Pues tú tampoco eres tan guapo.

2. Gage Creed, de Cementerio Viviente (1989)
Un niñito precioso de 2 años muere de forma terrible, y tras una estancia en el pet sematary, vuelve a la vida repeinado, arrugando la nariz y con una destreza sorprendente con un escalpelo. Inolvidable. Da penita.

¿Por qué esa cara tan larga?

1. Damien Thorn, de La Profecía (1976)
Este niño demoníaco es el más ruin de todos. ¿Pero cómo puede ser que un ser tan inocente y lindo sea el Anticristo? Ah, ahí le has dao. La banda sonora de Jerry Goldsmith nos empujaría a ver al mismísimo diablo hasta en una mariposita.

¡Estoy loco por volver a casa!


Queridos amigos, para terminar, me gustaría que comentáseis por aquí qué niños os han dado miedo, pero sin contar vuestros hijos y sobrinos: sé que como a mí, os gustan los desafíos. ¡Saludos!









viernes, 13 de julio de 2012

Viernes 13 (1980)


Título original: Friday the 13th
Director: Sean S. Cunningham

Como hoy es viernes 13, pues qué mejor que hablar de esa legendaria película que habla de un psicópata asesino, Halloween. Bueno, mejor Halloween lo dejaré para el Samaín, como se le llama ahora, y me centraré en Viernes 13, of course.  Si estáis un poco confusos, quiero que sepáis que yo también lo estuve durante mucho tiempo. Y es que Halloween y Viernes 13 se fusionaron en mis recuerdos y ya no recordaba si recordaba a Jason Voorhees o Michael Myers. 

Si hubiese sido más previsora tendría esta entrada hecha desde hace unos días y sólo tendría que darle al botoncito de Publicar. Ya sabéis, como hacen con el pan ahora, que no está recién hecho, sino recién cocido, es decir, congelado en alguna cámara frigorífica 3 meses, pero recién metidito en el horno. Pero no es lo mismo: nada como un post recién regurgitado.

Por otro lado, un aspecto positivo de no preparar las cosas con antelación es todo el tiempo que te ahorras en preparativos: ¿o de dónde os creéis que habría sacado tiempo para cosas de verdad útiles como compartir compulsivamente en facebook alguna de las 68.987 frases que dijo Gandhi? Pero bueno, no quería escribir sobre Viernes 13 con el recuerdo distante que tenía de ella, más que nada porque no quería hacerle un feo a la memoria de Leatherface. Espera...ese era de otra peli...bueno, el caso, he hecho un esfuerzo hercúleo y me he quedado de guardia para ver Viernes 13 y regalaros la entrada de hoy. Yo soy así. 

Y Viernes 13 empieza con un niño que se ahoga en un camping porque sus desenfrenados monitores tuvieron que atender una llamada de su hormonada naturaleza. Ellos aparecieron asesinados un año después, y pasado un tiempo, se quiere reabrir el cámping. A partir de ahí se arma la gorda a la vieja usanza. Viernes 13, de hecho, nació al rebufo de Halloween (1978), pionera en ponerle una máscara a un trallado empeñado en cargarse adolescentes con ganas de fiesta. Halloween sin embargo es mejor película: no hay en Viernes 13 una escena tan hipnotizadora como la que da comienzo a Halloween. Ya sabéis, chicos, si os quedáis en casa jugando al minecraft en vez de andar fornicando y bebiendo por ahí no os pasan estas cosas. Sabiduría americana a su alcance. 

En Viernes 13 hay buenos sustos, adolescentes gritonas, muertos que aparecen en la escena así como si los lanzasen, y guiños a Hitchcock en la banda sonora. Está bien ambientada, con exteriores casi bucólicos. Salvo Betsy Palmer, que está muy lograda, no sé si actúan bien porque los matan muy pronto, y de todos ellos Kevin Bacon debe ser el único que tras la película tuvo una carrera decente.  Las muertes se van produciendo desde el punto de vista del asesino, con los adolescentes escapando de la cámara y finalmente suplicándole (lo mismo que antes ya hizo Carpenter en Halloween). La película vale la pena aunque solo sea por una escena, tirando casi casi al final de la película.  Ahora, 32 años después de su estreno, y con un montón de secuelas vomitivas, Viernes 13 parece hasta un poco inocente, cutre y absurda: pero por eso nos gusta. Un clásico. Os pongo un tráiler con el que además podéis practicar los números en inglés. ¡Feliz viernes 13!


viernes, 6 de julio de 2012

Santa Sangre (1989)

Director: Alejandro Jodorowsky



Los circos son un escenario muy sugerente para la literatura y el cine, y se han llevado en muchas ocasiones la risa, el llanto, el terror y la tragedia a estos escenarios ambulantes. Están, por poner unos pocos ejemplos, Una Tarde en el Circo, La Strada, El Hombre Elefante y La Parada de los Monstruos—de esta última recuerdo la curiosidad mezclada con espanto que me produjeron sus pinheads. Hay personajes de circo inolvidables, como Mr. Dark,  el mago maléfico de El Carnaval de las Tinieblas,  película de la que ya he hablado en este blog, o el monstruoso payaso Pennywise de It.  

Y el circo es el escenario de Santa Sangre, cuyo protagonista es Fénix, interpretado en su etapa infantil por Adan Jodorowski y por su hermano Axel en su etapa adulta. Fénix es hijo de dos artistas de circo, y durante su niñez vive un terrible suceso, al que intenta encontrar respuestas durante su vida adulta. Está producida por Claudio Argento, productor de grandes películas de su hermano Darío, como las inolvidables Suspiria y Tenebre y la bochornosa Giallo. Visualmente me gusta, es muy artística y llamativa, con una estética que es ciertamente la del género giallo. También tiene mucho peso su banda sonora:  suenan mariachis, mambo y, como no, calíopes —si os ha ocurrido como a mí, ya sabíais de sobra cómo suena un calíope mucho antes de saber qué coño es eso. 

No creo que la intención del director fuese hacer una película de terror, sino de obsesión, amor e inocencia perdida. Y estos son temas que Jodorowsky retrata con una solemnidad que a mí no me funciona. La película tiene cosas buenas, escenas memorables como la despedida que hacen a un elefante. Pero no llega. Es que jo, Jodorowsky, a Santa Sangre le falta mojo, como decía Austin Powers. Mojo en forma de ritmo narrativo, autenticidad, vida, y un argumento no tan predecible. Eso, y le sobra una buena media hora de delirio.  Desde mi ancestral trono de sabiduría y trascendentalidad (¿se dice así?), también conocido como "sillón frente a la tele", me parece un poco pretenciosa. 

He visto Santa Sangre dos veces, la segunda vez para convencerme de que la primera no me había gustado. Quería sacarle defectos. La primera vez me resultó atractiva pero un poco irritante y falsa, y me dejó con ganas de incordiar...no sé, no me pasa con muchas películas. Me pareció a ratos interesante pero me cayó un poco gorda. A lo mejor el problema lo tengo yo. Pero nunca le haría eso a una película a todas luces transparente y honrada como Tu madre se ha comido a mi perro, que cuando reveo, me parece cada vez más grandiosa. Santa Sangre es rarita, pero no solo sobre eso y una buena banda sonora se construye una película.  Presenta una simbología muy obvia y hasta algo de realismo mágico, y un problema gordo que tiene es que gran parte de la película está hecha a través de los ojos de un niño, mostrando personajes vulgares, barrocos, algo asquerositos, y eso es más bien patrimonio de Fellini. Porque Fellini sabe hacerlo con gracia, y Jodorowski, no quiere o no puede meter esa parte cómica que tan inolvidable hace el cine del italiano. Y ya puestos a comparar, pues es inevitable comparar a Santa Sangre con Psicosis.  Por eso, amigos, no creáis que todas las horas que paso viendo películas son horas perdidas. Después de ver Santa Sangre, he aprendido algo que seguramente me será muy útil en algún momento de otra vida: si algún día hago una película, haré todo lo posible por no intentar emular a Fellini o a Hitchcock, porque querría implosionar y desintegrarme por mi atrevimiento. Bueno, a no ser que mi intención inicial sea precisamente cubrirme de ya sabéis qué, y no hablo de gloria, precisamente. 

Os dejo la escena que más me ha gustado de la película: la despedida al elefante.  ¡Hasta pronto, amigos!








domingo, 1 de julio de 2012

Brain Damage (1988)


Director: Frank Henenlotter

Muchas de las películas de las que he hablado en este blog son de la década de los ochenta, que desde mi nostálgico punto de vista es la edad de oro del cine de terror. Y hoy no va a ser diferente: Brain Damage es una fantástica película que aglutina todo lo maravilloso del cine de terror ochentero de serie B: gore, luces de colores, música sintetizada y efectos especiales cutres. Además, tiene un punto de humor, con lo cual, es más que perfecta. 

Un día, el joven Brian (Rick Herbst) se despierta como resacoso, y resulta que lo que de verdad le pasa es...lo típico, que tiene un bicho  pegado a la nuca que le inyecta un alucinógeno cerúleo directamente en el cerebro, que lo hace flipar y le agrada mucho, gracias. La contrapartida a este fantástico colocón es que el bicho tiene que comer, y no es precisamente vegetariano. Elmer o Aylmer —así se llama el entrañable monstruito— está a medio camino entre un falo, una lamprea y un zurullo, y tiene mirada de vaca y voz guasona. Es imposible no encariñarse con él. 

Brain Damage lleva al límite lo que se supone que es una película de terror y mete escenas que tienen una dosis de realidad que no te esperas. Brian se convierte en un yonki, y su síndrome de abstinencia es muy real y duro de ver ¿Pero no estábamos aquí para ver a un monstruo que sorbe cerebros? ¿O qué?  Y es que si nos abstraemos de Elmer, parece que estemos viendo un alegato contra las drogas. Estoy bastante segura de que Aronofsky ha visto esta película —en el sentido de que no tengo ni idea, pero estaría bien que fuese así.

Rick Herbst es buen actor y da un poco de penica que se haya echado a perder dedicándose a actuar de guapete en un montón de series como Sensación de Vivir y Hospital General en vez de seguir por el buen camino de la serie B o incluso Z, como el grande Bruce Campbell. La voz de Elmer la pone John Zacherle, un prolífico y veterano actor de voz especializado en el terror-humor, buenísimo en su estilo teleñeco. Del resto de los actores mejor no hablar.

En resumen, una buena película de terror, entretenida y con un poco de todo para satisfacer a los exigentes espectadores de cine de terror de todo el mundo, como yo, que no nos conformamos con cualquier cosa, salvo que se pueda ver en una pantalla y sea de terror.

Así que hala, a darle al play, o al download, y a disfrutar, que Brain Damage no se va a ver sola: alguien tiene que hacerlo, y quienes mejor que vosotros, amigos. Para muestra, un delirante botón: